Amancio Ortega, ¿El malo?

Dice el refrán: “quien abierta su arca deja, si le roben de que se queja”. Sin embargo, en España ocurre todo lo contrario; nos abren el arca y depositan 320 millones de euros y al parecer nos sentimos ofendidos, ¡qué cosas! A todo el mundo le gusta recibir transferencias en su cuenta particular. Pero desde el día de hoy queda claro que las donaciones a los sistemas sanitarios de las distintas comunidades autónomas no son bien recibidas por todos.

El señor Amancio Ortega ha realizado una donación con el fin de implantar 290 equipos de última tecnología en el área oncológica. Curiosamente, este hecho no ha sido bien recibido por todos. Algunos argumentan que es una cantidad insignificante, ya que solo supone el 0,30% de su patrimonio; otros que es una suma utilizada para ganar reputación y, el más atrevido, incluso relaciona el capital con el maltrato infantil.

Pero permítanme comentarles dos cuestiones:

La primera de ellas va dirigida a los señores “eso no es ná”. Se olvidan de que el de Busdongo comenzó su lucha altruista en 2015 con aportaciones cercanas a los 17 millones de euros destinadas al SERGA (la sanidad gallega). 2 años después ha descentralizado el presupuesto, abarcando más comunidades autónomas e incrementando sus donaciones en un aplastante 1882%.

Es más, algunos se quejan del afán recaudatorio de la DGT pero menosprecian las donaciones de Amancio Ortega. ¿Saben ustedes que la recaudación en sanciones administrativas y derivadas de las carreteras ha consolidado un beneficio de tan solo 164,2 millones de euros a lo largo de 2016? ¿Saben que tenemos un grave problema de ingresos fiscales?

La segunda y la última de ellas va dirigida a todos aquellos que aprovechan para sacar a relucir el tema del maltrato infantil. Cuando un empresario descentraliza su producción en diferentes centros se ve forzado inevitablemente a subcontratar con el elevado riesgo reputacional que ello supone para la empresa matriz. Ya que en ausencia de royalties o cánones, la reputación es el valor empresarial más frágil y difícil de recuperar.

La reputación es una fiel imagen de la estructura ética y empresarial que no debe verse desprestigiada por aquellos que utilizando argumentos básicos tratan de infravalorar semejante acto de valor humano. Además, instalar fábricas en países subdesarrollados ha hecho más por paliar el hambre que cualquier tipo de ayuda al desarrollo.

Por último me gustaría aclarar que no es necesario posicionarse políticamente respecto a este asunto que deberíamos aplaudir.

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