La toma de decisiones y la contabilidad de costes (II): Decisiones basadas en la alta capacidad.

Continuando con nuestro artículo anterior, en el que analizábamos las decisiones a tomar para una empresa que fabrica productos en una situación de baja capacidad, nos centramos en esta segunda parte en las empresas que trabajan con alta capacidad, es decir, aquellas que pueden atender una demanda elevada y, además, en el caso de que puedan fabricar distintos productos, podrán elegir aquellos que sean más rentables.

No obstante, esta facultad de elección que, en principio, puede suponer una ventaja, en realidad, podemos considerarla una situación que nos obliga a realizar una toma de decisiones entre varias alternativas, con el fin de elegir la más beneficiosa para la empresa. Por tanto, entremos de lleno en el ámbito gerencial, más concretamente en el campo o actividad del “controller” de la compañía, que en definitiva es el que tiene que ejercer este tipo de tareas.

Imaginemos, por ejemplo, que tenemos que fabricar varios productos, y para cada uno de ellos conocemos su precio de venta unitario, su coste variable unitario y las unidades que vamos a vender, así como los costes fijos totales de la empresa. Con el fin de maximizar el beneficio para la empresa, medido a través del margen de contribución por producto, eso es, el margen sobre los costes variables, debemos establecer una jerarquía de mayor a menor contribución, para determinar la mejor combinación de productos a fabricar o, dicho de otra forma, cuales son los que debemos fabricar primero.

NOTA: Se puede ver un ejemplo numérico en este enlace

https://www.youtube.com/watch?v=0qkMcfot9Fg&t=513s

Hay que tener en cuenta que los costes diferenciales serán únicamente los costes variables totales de cada producto, es decir, sus costes variables unitarios multiplicados por el número de unidades que sea posible producir con la capacidad, y que los ingresos diferenciales serán todos, es decir, el precio de venta de cada producto multiplicado por el número de unidades que sea posible producir al nivel de capacidad existente. Al final, lógicamente, el producto que generará más beneficio será aquel cuyo margen de contribución multiplicado por el número de unidades que se pueda producir sea mayor.

La situación que hemos planteado antes también nos puede servir a la hora de tomar la decisión de suprimir o fabricar nuevos productos, ya que, en realidad, procederemos a ordenar de mayor a menor la rentabilidad de esos nuevos productos para establecer el nuevo “planning” de fabricación.

En cuanto al planteamiento de si merece la pena comprar algún producto, en lugar de fabricarlo, deberemos estudiar con detalle los ingresos y los costes que se obtienen con cada alternativa, teniendo en cuenta que, si compramos un nuevo producto, tendremos una capacidad “extra” para fabricar otros artículos que generarán un nuevo margen de contribución.

Por último, nos puede surgir la posibilidad de seguir procesando un determinado producto, o venderlo tal como está en alguna fase del proceso en la que sea posible su venta, como es el caso de los productos semiterminados. La solución sigue siendo la conclusión general para todos los casos, es decir, escoger aquellos productos cuyo margen de contribución por unidad de capacidad sea el mayor posible.

En conclusión, el cálculo de la productividad potencial de nuestra empresa nos permitirá adoptar mejores decisiones sobre reestructuración y utilización de recursos con el fin de optimizar nuestros procesos y de esta forma incrementar el beneficio.

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